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FORMAS
Escribo sobre la infancia, según quien lo lea, podría ser porque escribo sobre mi vida o porque escribo sobre alguna parte de ella que no tiene que ser precisamente el tiempo marcado por los relojes que pertenece a ella. Y creo que de hecho es así. Pero es cierto que se da una identidad en cuanto a sitios, cronología y formas. No me cabe duda de que escribo desde este presente cronológicamente hablando, es el único tiempo que nunca se puede abandonar, el presente.
Pero lo llamo desmemoria porque está poblado por montones de hechos que excluyeron, entre otras muchas cosas, el acto de escribir. Memoria, es una construcción y Desmemoria, una desconstrucción.
Entre lo que es no identidad o lo que lo parece, las formas lo son todo. Esos lugares son puros y no porque hubiese en ellos alguna clase de castidad; las cosas que hoy considero que valen la pena de la vida, estuvieron todas allí. Y las otras que no aparecen más que como mudez, sordera, excesos, formas abyectas sobrantes, y más y más sobrantes, encuentran en esa edad el más absoluto destierro. Lo llamo desmemoria porque sé de la falacia de tantas y tantas verdades creadas y recreadas sin serlo, y porque, una vez se empieza a recordar con ellas a cuestas, desaparece la pureza.
Esta pureza de la que hablo, no desconoce los otros aspectos de la vida que no son la felicidad, más bien se trata de que no entren jamás ciertas combinaciones de palabras y suele tener relación con palabras demás. Algunas veces, tengo la sensación de que no hago más que dar vueltas sobre lo mismo y es posible que en verdad las doy; y sin embargo, son esas las mejores y más nítidas imágenes, las que más me producen sensación de belleza. Las formas, creo que son entonces algo así como matices. En un atardecer, por ejemplo, hay muchos matices; pero para decir a qué hora del día me referí, tengo que utilizar todas las veces esa misma palabra: atardecer. El truco está en no decirla o decirla de soslayo, y en su lugar, poner colores, edificios, pedazos de calles, frases, otras palabras, olores, todo aquello que se quedó ligado a la palabra
atardecer que, quizás, nunca se pronunciara de la misma manera que ahora. Así que la forma, cada forma, es una nueva pronunciación.
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