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22 de diciembre
Hoy casi todos esperan el sorteo de la lotería de Navidad; yo ayer encontré dos participaciones de 4 euros que tengo desde el verano, las busqué por si acaso saliera premiado ese número para no tener que contarme después que había perdido algo… más. Este día representa para mí la frontera entre el resto del año y la Navidad. No suelo jugar a esta lotería o, si lo hago, se trata de participaciones de gente muy cercana tal como ha sido en el caso que digo. El día 22 de diciembre es como Despeñaperros, un límite imaginario para mí que separa más de lo que la cronología o el espacio indican.
El día de hoy está marcado porque no pude vivir los días anteriores hasta llegar a éste.
No deseo ahora hablar del día 22 de diciembre, qué más da. Ya lo dije: algo se había tragado los días anteriores. Hoy tengo algunas cosas que hacer, tales como no olvidar que sólo me puedo ocupar de algunos libros, las fotos, algún que otro post, pocos porque con todo es mucho más que arrastrar una casa gigante; algunos vídeos, también pocos. No es necesario más.
Ayer, cuando bajé a la calle, fueron los únicos momentos felices del día. Estuvo presente una tristeza aguda que consistía en revivir la distancia que hay desde el hoy al ayer. Era caleidoscópico sentir tantos presentes simultáneos. Desgarrador si hubiese durado más tiempo. Lo que no pude hacer, fue recobrar con palabras esos dos mundos inseparables e irreconciliables a la vez. Digo feliz, porque no en vano puse de título MEMORIA con el epígrafe de Edmond Jabès de leer y releer en el libro de la vida. La enorme dificultad, está en la amnesia que supone no haber sido capaz de evitar tanto desvío. Tal desmemoria es, que me encuentro en conflictos que sólo se representan a sí mismos, bajo la forma de ¿dónde coloco este trozo de letras que escribo sin papel?
Aquí, en esta página que abrí ayer que fue, junto a los cortos minutos que estuve paseando sobre los charcos, los dos únicos y escasos momentos del día en los que fui feliz. COSAS NO PRESCINDIBLES porque incluso, las palabras dadas, están plagadas de memoria y están plagadas de olvido. Olvido de lo esencial, como si lo esencial hubiera sido una broma ridícula o como si el corto tiempo de la felicidad, se pudiese despilfarrar. Hay miles o cientos de palabras que tienen el paso prohibido aquí; se trata de palabras que dicen la verdad, pero que no dirán jamás de lo esencial de la verdad; prefiero creer que sólo serán cientos y no miles por si necesitara que algunas o muchas de ellas hicieran de catalizadores en mitad de una frase. Un catalizador, creo recordar, es un agente que no interviene en la reacción pero con su presencia la precipita. Esas palabras malditas que no me atrevería jamás a pronunciar más que desactivándolas de su peso imposible; palabras posibles de hacerlas realidad, puesto que son palabras, sólo sacando para la luz lo que sugieren y retirando lo que dicen.
Y así más o menos, con este pequeñito pedazo de alma, y nada más, será como, comienza el listado de las cosas que nunca llegué a abandonar
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